Este Blog ha nacido para dejar volar la imaginación, y al igual que las mariposas, anuncian su presencia con el aleteo de las alas, espero de vez en cuando volar para encontrar historias que contar.

4 de julio de 2013

Mi abuela y yo

SÁBADO, 22 DE ENERO DE 2011


Mi abuela y yo

Hay días que por muchos propósitos que me haga, no me salen las cosas tal y como las tenía pensadas. Y eso suelen ser los días que mi nieta se pierde por mi casa, cosa que agradezco y disfruto todo lo que puedo, de tal manera que es cierto eso de que, lo que haces con los nietos no lo has hecho con los hijos. Creo que le sigo tanto el juego que me convierto en una niña que, no es raro que cuando los días no están para pasear por parques o juegos en la calle quiera estar pegadita a mi lado. Y yo claro en estos días quiero estar en mi cuarto de costura, ella se apunta rápido a estar conmigo, mi cuarto le debe parecer la cueva de los tesoros, aunque muy pronto aprendió, a que hay cosas que no se tocan, ya le pasó el tiempo de… “eto pa que ess?” y había que dar cumplida explicación. Así ha ido respetando mi espacio que también es el suyo, podemos convivir sin demasiados sobresaltos. Ella juega con carretes de hilos vacios, termina con todo el papel que yo he desechado y que guardo para ella, bien sea pintando o recortando, tiene momentos de ver dibujos o escuchar canciones infantiles, (que yo ya creía olvidadas), otras veces me sorprende cantando las recién aprendidas en el cole… en fin, es de actividad constante, y para cada cosa que hace le gusta reclamar la atención y aprobación de la abuela.
No hace muchos días después de dar mil vueltas por el cuarto, y cambiar de actividad otras tantas, pensé que debía hacer algo nuevo y, le pregunté haciéndome la olvidadiza, cuantos años tenía., y ella muy resuelta, (se explica sin problemas) me dijo; "todavía tengo tres, abuela". Pues ya es hora, le dije, de que vayas aprendiendo hacer alguna cosa de las que hace la abuela. Se le pusieron los ojos como platos, debió pensar que me había vuelto loca. --Sí, vas a hacer una manta, como las que hace la abuela pero pequeñita. --Aquí la cara era de asombro, con la de veces que le he dicho que no se tocan agujas ni tijeras. Le expliqué que le iba a dibujar en un papel unos cuadros, además le cortaría unos cuadros de telas de las que yo utilizaba, (esto le gustó) y ella solo tenía que pegar con pegamento de barra los cuadros de tela dentro de los cuadros que había dibujado en el papel, teniendo en cuenta de poner uno claro y otro oscuro. Ya la atención era total, se puso manos a la obra sin pestañear, y puso todo su buen hacer en que las telas quedaran bien puestas dentro de los cuadros. De esta forma estuvo un buen rato, y se marchó tan contenta a casa con su manta.
Ligero sueño de la abuela, esta estampa no creo que se repita. Si algún día siente afición por las labores, supongo que será a partir de los cuarenta o cicuenta años, antes supongo que la vida le tendrá guardadas otras prioridades.
Así mis objetivos quedan para otros momentos. No me importa, este tiempo no se repite, niña solo será unos años y hay que aprovecharlos. Me gustaría que este tiempo lo recordara de forma especial.

Fotografías recogidas, del centro de estudios  de Castilla la Mancha
Mis tiempos entre costureras fueron en ambientes bien distintos, (sin abuelas, no tuve la suerte de conocerlas) pero entrañables. Nuestro habitad no se limitaba al cuarto de costura, éste se desplazaba según la estación del año, a la puerta de la calle, al patio o corral de alguna vecina, solían ser grupos numerosos, la vecindad no se limitaba a las tres puertas cercanas de la casa a veces bien podía ser media calle, mujeres de todas las edades. 
No había tele, solo en alguna ocasión la labor se acompañaba de la radio para seguir la novela de turno, después a falta de más entretenimientos, el cotilleo, los dimes y diretes acaecidos en el pueblo mantenían al grupo entretenido, amén de otras conversaciones no actas para menores, (según aquella época) pero que las niñas y niños que andábamos por allí procurábamos no perder el hilo por mucho empeño que pusieran en dar a entender que había ropa tendida (la ropa tendida éramos los niño/as). Tabarra alrededor del grupo debíamos dar un rato, hasta que llegaba el día que alguna te preguntaba, ¿cuántos años tienes? Y a la que tuviera diez o doce años le colocaban la guja y un trapo en las manos para que empezara a bordar. Así empezaba la afición, haciendo que te quedaras quieta.

Tengo algunas fotografías de este estilo, pero tengo que encontrarlas.
Lo triste es que hoy las vecinas para estas cosas no existen, hemos pasado de no conocer a nuestros vecinos a darnos a conocer con gente de otros continentes. Blogosfera se llama?
Mi nieta lo recordará como, mi abuela y yo, como mucho de vez en cuando, mi abuela y mis tías abuelas.
                                                                                                                          María Calzada

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