Este Blog ha nacido para dejar volar la imaginación, y al igual que las mariposas, anuncian su presencia con el aleteo de las alas, espero de vez en cuando volar para encontrar historias que contar.

4 de julio de 2013

El cantón de jabón y algo más

MIÉRCOLES, 12 DE DICIEMBRE DE 2012

El cantón de jabón y algo más

Mientras jugamos a hacer jabón, y más tarde lavajeába con un trapo sucio y el jabón,  observábamos con orgullo las burbujas o bálago que salía frotando el trapo bien fuerte entre las manos,  imitando la forma de hacer de nuestra madre. Al mismo tiempo que notábamos la eficacia del mismo,  revolearon recuerdos vividos en casa alrededor del cantón de jabón.
En tiempos pasados, como muchas otras cosas en la economía familiar, el jabón tenía un papel fundamental hasta que llegó el jabón en polvo. Hasta ese momento el jabón se hacía en casa con los restos de grasa de las matanzas, así era sobre todo en castilla, no de igual forma en el sur de España, Andalucía, donde los restos de la fabricación del aceite de oliva se utilizaba para hacer el jabón que en Europa se conocía por su buena calidad y al que  hacían llamar jabón de castilla.

No recuerdo con exactitud si en casa el jabón se hacia una o dos veces al año… Lo que sí recuerdo es el barreño enorme de zinc que se utilizaba para hacerlo y la montaña de cantones de jabón apilados en el cuarto con ese olor especial que irremediablemente lo asociábamos a limpio. 
Entrar allí e inspirar ya parecías salir limpia de arriba abajo, claro que estas eran mis sensaciones, las de una niña que lo más que le tocó era eso, jugar  con la pila de jabones y en alguna ocasión utilizarlo para el aseo pues, cuando se quedaba chiquito pasaba al palanganero  para terminar de aprovecharlo en el aseo personal.
Nuestras madres y en mi caso las hermanas mayores les tocó vivir la cruda realidad de lo que implicaba lavar a mano frotando el jabón contra la ropa sobre un lavadero de madera, apoyado en el mejor de los casos  sobre un barreño o una pila de piedra y, en el peor cargar con ropa lavadero y tajuela y marchar al rio o, charca.
 Imágenes recogidas de http://artesaniademadera.blogspot.com.es/2011/11/objetos-rusticos-lavadero-de-madera.html
 
Tajuela, para arrodillarse delante del lavadero de madera.
Todo esto puede sonar romántico si no fuera porque los Riachuelos y charcas en invierno se cubrían de una capa de hielo que había que romper para poder lavar, meter las manos en ese agua tan fría traía consecuencias difíciles de olvidar.
Pero en esa época para sobrevivir a las dificultades se salpicaban con pequeños actos o gestos que endulzaban de vez en cuando los sinsabores.
El camino que lleva a valhondo tiene dibujadas las huellas de un grupo de jóvenes que bajo la responsabilidad de Micaela, bastante más mayor que el resto, se dirigían arreando los burros cargados con la colada y demás utensilios. 
El ir en grupo aliviaba la dureza que les esperaba, esto en todos los tiempos ha sido igual… La ilusión de saber que entre esborrón y esborrón  a la ropa, hacer fuego y calentar agua para aliviar el frío de las manos, también algún chiste o historia en forma de chisme amenizaba la faena y, ¡Ay!… Pero también podían soñar… Muy cerca  de donde habían de lavar la colada está la finca de Villa Nueva y, allí guapos jóvenes desempeñaban sus trabajos alrededor de la ganadería brava,  en ocasiones tenían la suerte de coincidir con algún tentadero o capea, con esta escusa una vez habían dado la primera enjabonada a la ropa y mientras la extendían sobre la  hierba para que el sol  blanqueara y ayudara a quitar las manchas difíciles, además de convencer a la responsable Micaela que se quedara guardando la ropa, ellas ponían rumbo a la plaza campo a través. 
El ir y volver a campo abierto no estaba exento de peligros, en ocasiones algún morlaco no estaba en el sitio adecuado, ¿o eran ellas las que no lo estaban? La cuestión es que, más de una vez tuvieron que estar un buen rato al abrigo de un carrasco hasta que el torito quisiera marcharse, mientras la sufrida Micaela viendo que caía la tarde y a las jóvenes no le iba a dar tiempo a terminar la colada, empezaba a recoger la ropa y darle el ultimo esborrón pues las madres no le iban a perdonar semejante ligereza y, allí estaba ella, Micaela, para hacer más suave la reprimenda.
Con pequeños actos como este y muchas risas se podía ser feliz.
 Aclaración: La palabra esborrar, no se si realmente existe, pero mi madre la utilizaba mucho en la acción de frotar muy fuerte la ropa al rato de haberle puesto jabón. 

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