Este Blog ha nacido para dejar volar la imaginación, y al igual que las mariposas, anuncian su presencia con el aleteo de las alas, espero de vez en cuando volar para encontrar historias que contar.

26 de mayo de 2014

A Cristina Vilariño


Entre los pliegues de la vela  se esconde la timidez de Cristina…  Está a punto de cumplir diez años y desde aquel 29 de Mayo hasta ahora,  se nos ha mostrado una niña que poco a poco ha ido deshojando su forma de ser.
Por sus venas también corre sangre Calzada, y como muchos de nuestra saga es de figura recortadita,  carácter fuerte y resuelto y mucho amor propio, que es lo que mejor suple  el tener la estatura corta, por si alguien piensa,  que se es poca cosa en todo.
Los primeros años de su vida, se guardaba entre la falda de su madre y apenas se mostraba realmente como era. Todo le daba vergüenza.                
Pero cuando apenas tenía cuatro años demostró en natación, que  se llevaba  bien con el agua. Ella no solo nadaba, buceaba, estando más tiempo debajo del agua que en la superficie. Se convertía en otro ser. Sin miedos, descubrió que  ese era su hábitat natural, moviéndose libre como una sirena. Y cuando se dio cuenta que también el mar, era asequible e inmenso para dar rienda suelta a su poderío, encontró los ingredientes necesarios para definir su carácter.

Ahí, al tiempo que despliega velas y agarra con fuerza el timón de popa, se olvida de la timidez dejando a su espalda  obligaciones y deberes, para mirar al frente de la superficie ondulada y azul  y hacerse dueña  y cómplice del viento  que mueve la olas con las que habrá de luchar, sin miedos, con fuerza, coraje, y mucho, mucho amor propio, para sentir aunque sea en pequeños  instantes, que es dueña de la  inmensidad del mar. Es más Cristina que nunca, sufre el silencio de los valientes a los inconvenientes a los que se enfrenta. Vuelca, cae a las aguas frías, endereza sola su barco y continúa navegando en busca de la meta. Soporta jornadas desde las nueve de la mañana a seis de la tarde y jamás se queja. Es la más jovencita de su grupo, pero ya nada la achica. Se ha hecho fuerte.

 Pero la mar no siempre es buena compañera. A menudo te  engaña con calmas mentirosas,  que en  breves instantes  se convierten en oleajes impetuosos para recordarte que es dueña de sí misma.  Y entonces la lucha es desigual y peligrosa. La mar no tiene rivales y  aprendiste que cuando se pone brava,  tu bravura no sirve. Es mejor retirarse aunque  duela. Con la mar no se pierde, se tiene cautela. Otro día despertará calmada, invitando a navegar  y  te dará la oportunidad de medirte con tus iguales y entonces pondrás todas tus armas a trabajar, arriaras de nuevo la vela, harás contrapeso estirando  tu cuerpo, para mandar, para llevar tu barquito a la meta o a donde tú  quieras llegar… un sinfín de posibilidades te esperan, si no dejas de luchar. 

María Calzada

16 de mayo de 2014

A mi amigo Fernando...

Nos conocimos siendo apenas unos adolescentes, Yo tenía 18 años y tú apenas 15, compartimos horas de trabajo mezcladas con  diversión inocente, propia de la edad que teníamos, en una época donde todo era opaco. Disfrutamos del trabajo con la conformidad  de saber;  de que no nos quedaba otra, éramos de los más pequeños de un montón de hermanos y estábamos en ese momento de arrimar el hombro, no solo para nuestros padres, también para nosotros mismos. Nos unían muchas cosas. Fuimos cómplices, compartimos secretos y preocupaciones por esa lucha intestina que tenías, donde la verdad no era posible porque la sociedad y tus seres más queridos no estaban preparados. Antepusiste tu felicidad a romper con los prejuicios. Durante mucho tiempo navegaste entre dos aguas,  y aunque las verdades se translucían entre sombras veladas, te quisiste convencer de que sería posible seguir el camino de las convicciones  establecidas, pero te diste cuenta que para ello arrollarías a otras personas que nada tenían que ver con tu realidad. Y entonces salía el niño bueno que siempre ha habido en tí y renunciaste a esas veredas, siendo honesto con los demás, pero sobre todo contigo mismo.

Una vez más la vida pega el zarpazo,  agarrando con sus garras a gente que queremos. Hoy me esperaban para decirme que tú ya no estás entre nosotros… y no me lo puedo creer. Sigo viendo al niño bueno e inocente, luchador, entregado para los suyos y sus amigos. Y quiero pensar que conseguiste ser feliz dentro de esa quimera…

María Calzada