Hoy me ha tocado patear el centro de la ciudad por razones
varias. No soy muy aficionada a las aglomeraciones, y el centro de esta ciudad,
en las calles peatonales, suelen estar
atiborradas de gente que pasea de un lado para otro. Pero hay veces que no hay más remedio. Hay asuntos que
no se solucionan en el extrarradio y hay que pasearse por el corazón de la
ciudad.
La mayoría de ocasiones cuando esto ocurre, y por ese agobio que me provoca la multitud, paso de largo ante cosas que realmente merecen la pena.
La mayoría de ocasiones cuando esto ocurre, y por ese agobio que me provoca la multitud, paso de largo ante cosas que realmente merecen la pena.
Ante el tiempo que tenía por delante, sin poder evitar
esperas, me he propuesto disfrutar de cada paso. Y emulando a la señora del “relaxin
cap” me he metido en el café capuchino de la calle, San Miguel. No es el Madrid
de los Austrias, pero es un caserón casi tan antiguo como la propia ciudad,
donde se ha respetado la decoración de
antaño, y el tiempo que estás allí te
puedes dejar llevar y sentir que te envuelve en otros tiempos. Además, los cafés que hacen y chupalindrangas varias,
son para perder el sentido… pero como no soy muy escogida y me estoy portando
bien, con estas cosas qué, a mi edad ya nos hacen más mal que bien , con un café he tenido suficiente para soñar. También
para observar los variopintos pelajes que siempre han paseado y enriquecido la ciudad. Y he de decir que
hoy, he sentido más que nunca los
estragos de esta crisis. No sé si es la edad, pues hace cerca de cuarenta años que vivo esta ciudad... hoy me ha parecido triste, llorando por cada rincón
las penurias que estamos viviendo.
C/ de los Olmos |
Poca gente, y la que había, creo que estaba haciendo pasar el tiempo. Me doy cuenta que
tiendas de siempre, han desaparecido, otras nuevas, con cuatro cosas de poco
lustre reaparecen en ese afán de sobrevivir, pero seguro, (porque viene siendo la tónica de los últimos
tiempos), ya no estarán la próxima vez
que baje, a poco que tarde en hacerlo. Locales cerrados, tantos que creo que es
lo que más afea y lo que da la medida de las dificultades económicas, o de que los tiempos de vivir los negocios, en el centro de las ciudades, empieza a ser otro.
Ante tal panorama, decido convertirme en turista local por la
calle San Miguel, eso sí, sin un €uro en la cartera, aunque parezca mentira
todavía hay cosas que se pueden ver sin que cueste nada. Que no se enteren los políticos.
El tiempo me acompaña en todos los sentidos.
El tiempo me acompaña en todos los sentidos.
Echo de menos a los pintores ambulantes que suelen alegrar la
calle. (Deduzco que el señor que manda le ha echado a la policía. Bien de
mañana leía en el periódico local, que algunas vendedoras ambulantes, madres, que se colocaban en la Real, para sacarse unos
€uros para sobrevivir, se lo han prohibido. Tienen que pagar autónomo, carnet
de artesano, etc. etc… en fin… ¡Si no tienen, qué van a pagar! Es el resultado de este afán desmedido en
recaudar, llevándose por delante a quien
sea). Tan solo la señora que canta lirica amenizaba los paseos de los viandantes,
pero el personal era tan escaso que hoy no la rodeaban como suelen hacerlo.
Sigo el paseo hasta llegar al Casal Gallard d’es Canyar, una
casa señorial del siglo XVIII con un patio de entrada espectacular, y que a
principios del siglo XX, la fundación Juan March, la adaptó para Museo. La entrada
es gratis, la exposición es de: Miró, Dalí, y
otros no tan conocidos, también Miguel Barceló. Me sorprende ver un cuadro de
este artista mallorquín, lo he disfrutado.
Miguel Barceló |
Desde que para mi gusto, le dejaron hacer "esa amalgama" en una de las capillas de la catedral, con una obra de barro, tengo mis dudas
sobre sus trabajos. Cada vez que la veo me pregunto; qué hace (el barro, de
hacer cacharros) en una joya como la catedral de Palma. Pero en el tema del
arte… es como en el de los toros; de estos “nada más entienden las vacas…”dijo
un torero Salmantino. En el arte pictórico, los mismos artistas. El resto es cuestión
de cada uno, visual o estética, gusta o no gusta. Tengo que reconocer que la última
obra que presentó, un lienzo grandísimo, con motivos alusivos al mar y que su
madre bordó a punto mallorquín, repasando las siluetas… me llamó poderosamente
la atención, más que nada porque el trabajo de la madre, me pareció monumental.
La exposición me ha gustado, pero como soy una forofa de las
casonas antiguas, me ha encantado subir las escaleras de ese patio y no sé…
igual he estado contemplando la entrada con más satisfacción que todo lo que
había dentro. Creo que si hubieran conservado el interior de la casa en su
estilo original, en lugar de convertir los espacios en líneas rectas y frías, para
mí los cuadros hubieran lucido el doble. Pero esto son manías mías. Las antigüedades
me pierden.
Sigo camino, pasando por delante de la iglesia de San Miguel,
dicen que probablemente la más antigua de Palma, merece la pena verla. Y.. ¡ay!
en la misma calle, el claustro de San
Antonio, otra joya convertida en lugar de exposiciones de la mano del banco BBV.
Palma tiene un buen número de edificios de interés cultural, los
mallorquines y los que vivimos aquí tenemos que disfrutar y divulgar este
patrimonio, que es de todos.
María Calzada.