Mi mamá es de pueblo…
Esta debía ser la apreciación de mis hijos ante sus
compañeros de cole cuando tenían que hacer algún ejercicio en ciencias
naturales.
Mi marido con mucha guasa les decía: Los temas de pueblo,
mejor se lo preguntáis a mamá…
Esto era; temas de animales,
plantas…en fin, todo lo que tuviera que ver con el campo. Mis catorce
años de vida rural, tenían que dar para todas las dudas que tuvieran… Entonces
no sabían, que en ocasiones mis dudas podían ser comparables a las suyas, y más
de una vez nos vimos juntos colgados de la enciclopedia. Pero también es cierto
que haber nacido en un pueblo, da un carácter especial, y de algo me servía.
Mis hijos habrán visitado mi pueblo un par de veces.
Una de las veces que fuimos, mi hijo pequeño debía tener como
seis años. El hijo de mi hermana Viges de la misma edad también estaba. Fuimos
a visitar a San Cristóbal, a mi primo
Teyo, pastor desde que le salieron los dientes. Los niños se lo pasaron en
grande corriendo por el campo detrás de los animales, todo era nuevo para ellos.
Cuando llego la hora de recoger a los animales, mi primo les dijo: “¿Queréis
venir conmigo a ordeñar las cabras?”, los niños felices se fueron detrás de él
hacia el corral. Cuando termino de ordeñar, mi primo salió horrorizado, pero
riéndose.
-Pero… ¿a qué colegio lleváis
a estos niños? Nos quedamos sorprendidas, no sabíamos a que venía la pregunta.
-Pues… a uno normal…
-Pero si no saben que lo que sale de las tetas de la cabra es
leche…! Empezamos a entender…
Muerto de la risa nos cuenta la conversación que había
mantenido con ellos:
Mi primo se pone a
ordeñar, a los niños se le ponen los ojos como platos.
-¿Eso que sale que es…?
-¡Coño que va a ser…! leche. Los niños se miran, no
entienden… ¿Vosotros no bebéis leche?
-Sí... ¿Y como se mete ahí dentro…?
-¿Que cómo se mete aquí dentro…? ¡¡de aquí se saca para que
vosotros la bebáis!!
Mi mamá la compra en
una botella…!!!
-¡Nos ha jodio, Pues eso galán ni es leche ni es na…!!…)
El resto del repertorio se quedo en el aire, pero a juzgar
por el tiempo que estuvieron debió soltarle un buen sermón. El pastor debió sentirse
a sus anchas de la ignorancia supina de unos niños, que teniendo las madres que
tenían ya podían haberle explicado algo que los suyos y todos los del pueblo sabían
desde que nacían.
Salimos de allí con unas cuantas lecciones aprendidas, y una
pendiente con los niños del proceso de la leche.
En otra ocasión la experiencia fue siendo ya mayorcito… Me vi
un día rectificando una maqueta preciosa, de una noria que mi hijo ya traia
hecha del colegio. Según su profe, decía mi hijo, “¡¡así está bien!!”
-Ya, sí, si el trabajo está muy bien hecho… solo que si
tuviera que sacar agua de verdad volvería a caer en el pozo.
La discusión se
alargo. Nada de lo que trataba de explicarle le convencía, se sentía como si
estuviera haciendo de menos al profe. Nada más lejos de mi intención.
“¡¡ Mamá… El profe sabe Lo que hace!!” me dijo, como dando por zanjado el tema. A
esas alturas ya me estaba templando.
-Sí, pero en este caso le pasa lo que a ti, no ha visto una
noria en su vida, y si la ha visto en foto, no se ha fijado mucho.
- ¿Y tú? Aquí ya se ponía borde… y todo tiene un límite.
Mira guapo, yo pertenezco a una familia donde tu abuelo no se
pudo permitir, tener tractor, para arar. Lo de poner un motor para sacar agua, creo
que no se lo planteo jamás. Todas las
faenas que tuviera que hacer en la huerta y un huerto pequeño que tenía, lo
hacía con la ayuda de dos burros. Y no te puedes ni imaginar la de horas que me
he tirado al lado de la noria vigilando al burro, unas veces para que caminara
y otras para que no fuera tan deprisa, dependía de cuál de los dos estaba
puesto al palo de la noria. Y como en ese momento mi prioridad no era tomar el
sol, que por cierto, achicharraba, me entretenía en mirar como daba vueltas la
noria y como caía el agua en el cajón. A veces hasta me quedaba dormida. ¡¡Y
sabes!! Tu abuelo era de los que cuidaba los aperos de labranza, como si fuera
la cuchara de comer. Lo poco que tenía le costó mucho trabajo. Lo vi muchas
veces como la arreglaba en verano para que funcionara mejor y como la mimaba en
invierno para que se conservara lo mejor posible. ¿De verdad crees que se me ha
olvidado cómo era…? La cara del niño era de sorpresa. La mía seguro que también,
qué pocas veces le había explicado de dónde veníamos y cuantas veces tuvimos que
interrumpir los juegos para hacer cosas como esta, no sé, si por necesidad, o
nuestros padres lo hacían para quitarnos de jugar en la calle.
Terminamos poniendo un poquito de agua en los alcaduces… Por
cierto, le dije; en los pueblos simplificamos tanto hasta las palabras, que a
veces damos por bien dicho, lo que no es. Siempre oí decir; “alcabuces” y
tienes razón se dice arcaduces, o
alcaduces. A cada uno lo suyo.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
Eliminar