En los años 60 ó 70 en estas
islas, (Las Baleares) el turismo hacia acto de presencia sin que, sus moradores apenas nos diéramos cuenta de una nueva forma de vivir. Los más avispados
comenzaron a recibir a los turistas sin estar demasiado preparados. La infraestructura
aguanto el envite y como la fuerza ahorca, aprendieron a marchas forzadas a ser
unos expertos en la materia. Hoy son los mejores. Eso sí, a todos, políticos y
empresarios, los ojos le hicieron chiribitas, y a punto estuvieron de matar a la
gallina de los huevos de oro. Hubo puntos en que, arrasaron su medio natural, de manera que, si
miramos fotos de años anteriores, son
apenas irreconocibles. Ahora nos damos cuenta de los desmanes que se cometieron y tratan en
la medida de lo posible recomponer los
espacios. En esto va lo aprendido. Ahora se evita la masificación y atrás quedan
los hoteles mastodónticos donde cabía
tanta gente que, cuando los turistas empezaban a salir de él parecían un pueblo
en manada.
Los nuevos empresarios tienen
otra visión de lo que debe ser el turismo, aunque siempre quedaran camicaces que nos les importe
arrasar con tal de aumentar sus arcas y, políticos que les ayuden.
Pasados los años y una vez copado
el litoral, los isleños del interior han
sucumbido a las ofertas de empresarios hoteleros o incluso ellos mismos, familias con sentido empresarial, han pasado
de ser payeses, para conformar esos espacios, en hoteles rurales con mucho
encanto.
Calle Sindicato |
Las ciudades, Palma una de ellas,
en verano, a diario adquiría aires de fiesta. La Calle Sindicato, una calle
peatonal y comercial por excelencia, era un hervidero de gente que iba y venía.
Los comerciantes pasaron de tener la clientela fija del los lugareños, a los
de paso (como solíamos llamarlos) “guiris”
en un principio, mayoría ingleses, para poco a poco el aumento de turistas, daba
paso a todo tipo de pelajes. Durante años. trabajé en esta calle que, fue adquiriendo aires
cosmopolitas y los comercios fueron fajándose a las necesidades de la nueva
clientela. Comercios de los llamados de “toda la vida”, reformaron su fisonomía
antigua, para darle ese toque de modernidad que parecía demandaba la nueva
clientela. Pasamos de vender tornillos a granel a hacerlo en bolsitas que parecía
le habían sacado brillo, a vender figuritas de Lladró, pasando por un sinfín de
cosas más para el menaje de la casa en general, aquella gran tienda pasó, a no
reconocerla ni la “madre que la pario”. Otros
potenciaron ese sabor antiguo para sacarle más rendimiento, aunque fueron los
menos.
Calle Sindicato |
Todos aprendimos mucho en ese
ambiente, que hoy por diferentes razones y sobre todo por las diferentes crisis,
se va perdiendo. Los antiguos
comerciantes no aguantan esta nueva forma de hacer y a los que, estos cambios
les ha coincidido con la jubilación, han dado por terminada su labor comercial.
Los hijos, seguramente se han preparado para otros menesteres y el sacrificio y vocación
comercial de sus padres no entra en sus planes. Nuevos camicaces comerciantes,
entran en escena, y con la política de, “yo más barato que tú” las calles
comerciales se han convertido en un batiburrillo difícil de definir. Se abren y
cierran comercios, con la misma alegría, no duran más de tres meses. Y así la fiesta
se ha terminado. La fisonomía de las calles ha cambiado, para dar paso, en
ocasiones, a una penuria estética penosa. Menos mal que mientras todo esto se
cocía, se aprendió a reformar la parte vieja de Palma, la única digna de perder
unas horas para patearla a gusto e impregnarse de ese sabor de otros tiempos
que, han procurado mantener.
También hay que resaltar que en
este país nuestro por muy mal que ande, los lugares de diversión son los últimos
en bajar a la crisis, de manera que bares, restaurantes y demás, mal que bien,
siguen ofreciendo momentos de ocio y ahí que vamos aunque falte para pagar la
luz. Así, con el agua al cuello mantenemos a flote a un país a punto de
ahogarse. Mientras, supongo, cabezas bien pensantes, trabajaran con nuevas
ideas para reflotarlo del todo.
De todas formas, no se lo
pierdan, Mallorca siempre, siempre, vale la pena.
MARÍA CALZADA.
Muy bien!!
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