24/06/2013
Cuando los años no nos pesaban tanto y nos
comíamos el mundo, por la fuerza e impulso que nos movíamos
y, acabábamos de llegar a Menorca de diversas ciudades procurándonos eso
que se llama porvenir, decidimos un grupo de amigos, disfrutar de las fiestas
de Ciudadela. San Joan estaba a la vuelta de la esquina invitándonos a
pasar un día de jaleo, y no solo en el sentido que se entiende en estas
fiestas.
Cuando llegas a Menorca por primera vez,
la isla se te queda pequeña, las diversiones no son muchas y tienes que
aprender a vivir en ella sacándole el jugo a lo poco, pero bueno que tiene. Los
veranos eran pasables, los inviernos, hibernabas como las tortugas que
habitan en la isla de forma abundante. De manera que las fiestas locales y las
de San Juan en concreto, abren la veda del resto de fiestas de los pueblos
Menorquines.
Tres matrimonios y Lali que se encuentra
sola porque, su marido en esos momentos está trabajando fuera, deciden
disfrutar de ese día de fiesta alentados por el hecho de que una de las
parejas, era de la isla, además con familiares o amigos en Ciudadela y
esto iba a propiciar vivir la fiesta desde dentro. Pues todas las fiestas
locales, los lugareños las viven con una intensidad y afecto distinto de
cómo las puede vivir un forastero. Y nosotros, excepto una de las
parejas éramos “forastés “.
Íbamos a tener la oportunidad
de vivir San Juan a todo trapo. Visitaríamos diferentes casas de familias que
como era costumbre abrían las puertas de las casas, con mesa puesta para comer
y beber los productos típicos de la isla, no solo a familiares y amigos,
sino, a todos los que a éstos acompañaran.
Cuando llegamos a Ciudadela aparcamos los
coches fuera de la ciudad puesto que toda ella es una fiesta, no es muy grande
y esos días lógicamente no circulan por ninguna calle.
Entramos en la ciudad ya caminando,
enfilando la calle principal para recorrerla hasta llegar a la plaza principal
y ahí la fiesta ya se hacía sentir esperando que los caballos dieran su vuelta.
Mientras, la gente calienta motores, haciendo honores al Gin
Xoriguer, con limonada, lo que se conoce por pomada.
Cuando se dice Gin
Xoriguer con limonada es decir poco, la limonada es más bien escasa y el Gin
Xoriguer no es un Gin cualquiera, es primo hermano del Aguardiente o la
Cazalla. Buena parte de nuestro grupito iba dispuesto a meterse en fiesta y
hacer los honores a la famosa pomada. Y para ello no se pasa ninguna pena, todas
las calles están llenas de chiringuitos con un minúsculo mostrador, donde sólo
se dispensa “Pomada”. Como la buena costumbre indica hay que hacer parada
en todos los chiringuitos que veas… Así nos lo hizo saber el más juerguista del
grupo y además todos debíamos de pedir y beber "pomada"… Mi
amiga Lali, cuando escucho este discursito se acerca a mí y al oído me
dice;
-Uf, pues yo..., si en una fiesta
bebo dos copas de champan, me da por llorar porque me acuerdo de mi abuelo
muerto.
-No te preocupes, -le dije- haces como que
bebes y lo tiras…
-Bueno de todas formas, habrá que beber
algo, hay que meterse en la fiesta y pasarlo bien.
-Tú misma, ten cuidado, yo no tengo
intención de beber y pienso pasármelo bien.
Empezamos el recorrido, entre pomada y pomada,
nos acribillaban tirándonos puñados de avellanas que, ya debía hacer tiempo que
habían empezado a tirar porque el suelo era una parva de ellas y lógicamente
caímos en la ignorancia del forasté. Uno de ellos exclamó; ¡Coño con lo
caras que son! Los menorquines rieron con ganas… -¡Puedes coger todas las que
quieras, están vacías!
Caminábamos por la calle de la forma que
suele pasar cuando se va en grupo, y hay tanto barullo, unos cuantos delante,
entre los que se encontraba Lali y, otros cuantos detrás, íbamos tranquilamente
sorteando a la gente y habiendo hecho tres o cuatro paradas en los
chiringuitos. En un momento, veo como una de las chicas que iba en el
grupo de delante, se dirige hacia mí que iba en el grupo de atrás y me dice; -
Oye, que Lali está llorando porque dice que se acuerda de su abuelo muerto…
A lo que uno de los del grupo dice; -¡No
me jodas que se ha muerto su abuelo y se ha venido a la fiesta!
Le digo; Tranquilo, su abuelo hace veinte
años que se murió, solo tiene que dejar de beber pomadas y se le pasará.
¡La fiesta empezaba bien!
María Calzada